Día 22 de marzo del 2012
Mientras me perseguían ayer medí cuánto puede tener el humano de perro, de rendidor y carente de ideas propias.
Mientras caminábamos el Ciro y yo por 44 buscando algo que comer, de la nada salió un hombre vestido de uniforme de custodio, color siena el pantalón y la camisa.
Esta persona, desconocida por nosotros dos, comienzó a agredir nuestro espacio físico y sonoro con palabras como “váyanse”. Vete… le decía al Ciro, qué necesidad tienes de pasar estos malos ratos: no vamos a permitir ninguna provocación: estamos aquí, siempre detrás de ti.
Cuando levanté la vista venían dos motos, una con sidecar.
Empezamos a defendernos de esa agresión y le grité: “chivatón! tienes el mismo valor que una peón de ajedrez o una pinza de carpintero: a ti sí que te utilizan”. A lo que él respondió: “no, yo estoy aquí porque quiero, porque es mi deber”… “Porque quieres? -seguí cuestionándole- de dónde me conoces para levantarte y decirte a ti mismo: hoy perseguiré al Ciro y al Sexto”.
Es raro pero cada vez que escucho la palabra deber, me hace sentir algo de temor y lástima por quien la dice.
Es mi deber esto o aquello.
Como autómatas, nunca queremos asumir nuestra responsabilidad, pues es más fácil darle las riendas de nuestras vidas a cualquiera que sepa para dónde va, o al menos que luzca bastante seguro de sí. Y ayer confirmé la tesis: sólo hay que ver cómo tenemos universidades tratando que nos aprueben como seres superiores ante la sociedad, pero estudiando los libros de otros que jamás se conformaron con palabras de otros.
La historia no sigue a personas que siguen la historia.
Sería aburridísimo leer la biografía del humano obediente. Sin embargo, leer sobre alguien que murió diciendo que la tierra se mueve nos hace reflexionar sobre lo que somos.
Nada ni nadie nos puede decir nuestra verdad, ni mucho menos cómo vivir la vida, puesto que ese alguien está en un lugar, tiempo y cuerpo diferente al que vivimos.
Esos estúpidos faltos de materia como son todos los guardias, soldados y agentes que sólo sirven para ser mirados y movidos desde arriba como piezas de tablero. Son clasificados entre ellos por lo que puedan hacer por el rey y por cuánto sean capaces de entregarle. Si dan más de sí por el Rey, más alto será su cargo. ¿Cuál será el límite de entrega?
Me podrán mandar a sus lacayos mil veces más pero recuerden que aquí, en algún lugar del mundo les digo y les llamaré siempre tiranos asesinos a ambos hermanos, conocedores del arte de manipular humanos. Les aseguro que morirán, pero no de muerte común sino con miles de voces de balseros muertos gritándoles al oído, con voces de hombres libres que prefirieron morir de hambre en prisión antes de probar bocado de sus manos, con decenas de Damas de Blanco a sus alrededores y podrán confundir los rostros en sus alucinaciones con la imagen de sus madres, y se les comprimirá el pecho tanto que su respiración se detendrá pero sus cabezas estarán vivas y podrán ver cómo serán enterrados sus cuerpos y podrán sentir cómo los perforarán gusanos de verdad, los gusanos que para ustedes siempre fueron su pueblo, al mismo que miraron por encima del hombro.
Vendrán todos uno por uno a reclamar la vida que les quitaste.
Es mi deber ganarles, hermanos Castro.
El Sexto
No hay comentarios:
Publicar un comentario
tu opinión es importante para mí!