Por estos días de espera al Papa,         todo a mi alrededor se ve tenso. 
Empiezo a dejar mi celular en casa.
Me persiguen desde antes de la presentación de la revista voces número 14.
Pero es sólo persecución, al menos así lo dejan saber.
Pensé que era para que no graffiteara.
Empiezo a dejar mi celular en casa.
Me persiguen desde antes de la presentación de la revista voces número 14.
Pero es sólo persecución, al menos así lo dejan saber.
Pensé que era para que no graffiteara.
De vez en cuando me puedo escurrir         entre mis amigos y quitarme el gardeo. 
Aunque es una situación súper incomoda y llena de estrés, es ya tan común para mí que me persigan que no les temía y les podía gritar cosas como perros, chivatones, piezas de ajedrez, etc.
Me acostumbré y como dice mi ex, lo que no te mata te fortalece.
Aunque es una situación súper incomoda y llena de estrés, es ya tan común para mí que me persigan que no les temía y les podía gritar cosas como perros, chivatones, piezas de ajedrez, etc.
Me acostumbré y como dice mi ex, lo que no te mata te fortalece.
Era el domingo 26 de marzo,         cumpleaños de mi hermana Indira, y al ver que los segurosos         estaban prácticamente a 20 metros de mi puerta, yo no quise         salir de casa. Lo tomé como una amenaza para no salir. Pero         ellos durmieron afuera toda la noche y eso me preocupó bastante         y sentí algún temor. Al día siguiente 27 de marzo a la 1:00 pm         los vi en la esquina de mi casa, con cartones en el cristal del         carro, para que el sol no les molestara, creo. Era el mismo         carro rojo del día anterior. Tenía que salir a llamar por         teléfono y lo hice, en short, camiseta y chancleta, en dirección         contraria a ellos. Apenas caminé 15 metros pude sentir al doblar         de la esquina cómo arrancaba el carro. 
Aparecieron detrás de mí, por la fuerza me agarraron por una mano hasta el interior del carro entre dos tipos vestidos de civil. Reglas del carro: ¡Manos entre los pies y vista al frente! Me arrebataron el móvil de las manos.
NO LO APAGUES! Dijeron ellos.
Aparecieron detrás de mí, por la fuerza me agarraron por una mano hasta el interior del carro entre dos tipos vestidos de civil. Reglas del carro: ¡Manos entre los pies y vista al frente! Me arrebataron el móvil de las manos.
NO LO APAGUES! Dijeron ellos.
El carro con los tres tripulantes         me llevó al Vedado, 26 y 17, donde pararon, llamaron por sus         móviles y en 5 minutos estaba allí una moto Suzuki y el carro de         la persecución de costumbre (lada verde chapa particular): el         tal Camilo. Me pasaron para el carro de Camilo los mismos tipos,         muy rápido. En el camino él me decía "hoy está jugando         Capablanca al ajedrez". Tomamos la avenida de Boyeros: se veía         todo maquillado por razones obvias. 
Pensé por qué me hacen esto si no quiero dañar al Papa y tampoco soy basura que se esconde debajo de la alfombra. Al llegar a la unidad de Santiago de las Vegas se bajó Camilo y cuando regresó me llevaron por la parte de atrás. En cuanto me dejaron el policía que estaba allí le reclamó a Camilo el acta de detención. Camilo desapareció.
Pensé por qué me hacen esto si no quiero dañar al Papa y tampoco soy basura que se esconde debajo de la alfombra. Al llegar a la unidad de Santiago de las Vegas se bajó Camilo y cuando regresó me llevaron por la parte de atrás. En cuanto me dejaron el policía que estaba allí le reclamó a Camilo el acta de detención. Camilo desapareció.
Cuando fui trasladado a los         calabozos vi un señor vestido de negro, señor que conocería más         tarde, era Julio, el esposo de Sara Marta, dama de blanco,         opositores de Río Verde. Como no estábamos en el mismo calabozo         nos hablábamos a distancia. Él me conto que me había visto en el         programa Estado de Sats y que llevaba plantado desde el viernes         sin comer ni tomar agua (huelga de hambre). Yo acababa de         empezar la mía y me sentía mal ya, pero estar allí encerrado sin         motivo alguno me daba fuerzas. Julio me contó que a su esposa         también la habían secuestrado y él creía que se la habían         llevado para el Cotorro incomunicada.
Al día siguiente, empezaron a         llegar opositores de por allí cerca de la unidad de policía de         Santiago de las Vegas, todos se declararon en huelga de hambre:         14 en total, incluyendo 3 mujeres de las que sólo sentí y         escuché su voz. Los que allí estábamos teníamos criterios en         común. El coro de Libertad, se hizo tan fuerte que nos         animó a gritar también Abajo la dictadura, Abajo           Raúl, Que vivan los derechos humanos... Los         policías pidieron de favor que si queríamos gritáramos, pero no         moviéramos la reja. Para nosotros eran invisibles. Conocí a         Bartolo, El Deje, todos ellos muy afables y me sentí bien, pues         nos hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. 
Fui fichado como un criminal: muchas fotos de mi cuerpo y huellas y algo raro: el número del pie.
Fui fichado como un criminal: muchas fotos de mi cuerpo y huellas y algo raro: el número del pie.
Al otro día sentí mareo. Le         pregunté a Julio cómo se sentía y me dijo que bien. Yo fui         llevado con el médico me hicieron una prueba de la azúcar, la         tenía baja igual que la presión. Los médicos se preocuparon, me         comentaron Tú no tienes físico para hacer eso. ¡Come!         Tampoco soy asesino para estar aquí porque ustedes quieran,         respondí. Al regresar de los exámenes le di el algodón con         alcohol a Julio, me dio la mano, pero yo sentía que él estaba         mal. 
En la noche fui sacado del calabozo. Había alrededor de 20 patrullas afuera de la unidad. Casualmente a Julio y a mí nos montaron en la misma patrulla y nos trasportaron. La orden era dejarnos a cuadras de nuestra casas, respectivamente. A él lo dejaron en Boyeros, cerca de Mazorra y a mí en Arroyo Arenas.
Me entregaron el móvil y no había sms ni llamadas perdidas. Al momento timbró el teléfono y era la esposa del Ismael de Diego, le dije Ya estoy afuera. Me contó que cuando me llamaba al móvil, respondía un oficial.
En la noche fui sacado del calabozo. Había alrededor de 20 patrullas afuera de la unidad. Casualmente a Julio y a mí nos montaron en la misma patrulla y nos trasportaron. La orden era dejarnos a cuadras de nuestra casas, respectivamente. A él lo dejaron en Boyeros, cerca de Mazorra y a mí en Arroyo Arenas.
Me entregaron el móvil y no había sms ni llamadas perdidas. Al momento timbró el teléfono y era la esposa del Ismael de Diego, le dije Ya estoy afuera. Me contó que cuando me llamaba al móvil, respondía un oficial.
Este es mi humilde testimonio. Sé         de gente que la pasó mucho peor. El gobierno debería evitar y         temer más a estas huelgas de hambre en cadenas... no vaya a ser         que se les mueran más inocentes y se les caiga la catalina de         una vez y por todas. Espero que de todos los secuestros se         entere el mundo y se venga abajo la imagen falsa que quiso darle         al Papa y a la prensa extranjera, esta tiranía. ¡Abajo los         Castro! ¡Abajo el comunismo! 
Danilo Maldonado           Machado


Abajo el Facismo de los castros!
ResponderEliminarAnonyGY