-Sí,           explíquese -mandó la voz.
 -Cuando             nos             mudamos al solar y la gente nos miraba cargando las cosas,             esa             observación continua me hacía sentir como un experimento.             Sin             embargo mi mujer estaba contenta de haber cambiado de aires.             Ella             -mulata alta, de pelo rizado y ojos claros- era una             mujerona,             hablando en buen cubano. Yo no me cansaba de mirarla y la             pinté             muchas veces. Podía estar todo el día tocándola,             acariciándola             hasta que me durmiera ese olor que tenía. Pero mis dibujos             eran cada             vez más malos, creo que mi talento mutó a solo amarla de             forma             insaciable.      
En los             primeros días de nuestra             vida en el solar mi mujer se hizo muy amiga de la madre de             dos             muchachos jóvenes y fuertes, que a pesar de haber nacido en             ese             ambiente solariego, tenían el léxico y modales de un             príncipe. Un             día cuando mi doncella llegó del trabajo y yo casualmente             conversaba con uno de los hermanos, ella entró apurada en             casa de la             señora. Nuestra conversación se extendió más de lo habitual             y ya             me entraban unas ganas locas de irme con mi mujer para             nuestro             cuartico. Me dirigí hacia la puerta dejando al joven             prácticamente             con la palabra en la boca. Mercedes, la señora, salía a             recibirme.      
-Mercedes,             ¿podría llamar a mi             esposa?.
-Ella no             puede verte ahora.
-No             entiendo, ¿se siente mal?
-No. No             quiere verlo más, se             enamoró de uno de mis hijos.
Yo miré             inquisitivo al que antes             conversaba conmigo.
-Cuando             tu esposa conoció a mi             hermano fue como amor de telenovelas, a primera vista, lo             siento             mucho, haberte hecho pasar por esta situación, ellos lo             determinaron             así y solo quieren estar juntos.
-No             entiendo nada, creo que es ella             quien debe decirme... -murmuré.
En ese             momento salió ella, de             manos con el otro hermano.
Así me             dijo:
-Perdóname             pero no sabía cómo             empezar a explicarte todo. Yo también fui víctima del deseo             y el             desorden y no sabía ni sé cómo afrontar esta situación, creo             que             tú debes de seguir tu vida y encontrar una mujer que te             guste: no es             mi culpa enamorarme de él, simplemente pasó.
Y se             abrazaron frente a mí como si             nada. Yo me quedé como en otra dimensión. El golpe fue tan             fuerte             que parecía que miraba pasar una burbuja de jabón que de             pronto se             desvanecía en el aire. No podía creer que algo tan bueno             desapareciera así. Así me quedé parado frente a ellos,             destrozado             por dentro, pero mi guerrero interior me ayudó a levantarme             y pude             decirles, no tan fuerte como hubiese querido:
-De             acuerdo, creo que debería irme.                
Entré a             mi cuarto y me quedé             viendo una película boba de bodas, viajes, risas, toda esa             sarta de             tonterías hasta que solo pude tenderme en mi cama bocabajo,             tratando             de no pensar en nada.      
No salí             en tres días. Mi cuarto             quedaba casi frente al de ellos. Llore, pensé en matarlos,             en salir             corriendo del lugar sin mirar atrás; también pensé en             cambiarme el             nombre... tantas y tantas cosas inútiles que al final lo             único que             pude hacer fue escribir, e ilustrar lo que escribía.             Contarlo todo,             desahogarme, limpiarme, aunque fuera en una hoja de papel.      
Hoy             ellos tienen dos hijos. Yo me             convertí en escritor e ilustrador. En mi segunda expo,             conocí a             Teresa del otro lado del mundo, bella como nunca hubiese             alcanzado a             soñar, y me enamoré de nuevo.      
Jamás             hubiese escrito mi primer             libro de no ser por esa triste historia.      
Por             razones de mejora económica ya             no vivo allí sino en Miramar. La vida nos tira tan duro, que             solo             podemos quedarnos en el suelo a ser parte de la media o             levantarnos y             estar en el segundo peldaño por encima de la prueba. Soy un             guerrero             de la luz, y como guerrero siempre me levanto pues del otro             lado,             créame, solo hay luz.
-¿Entonces           ahí mismo al frente suyo           vivía la víctima?-interrumpió la voz, impositiva.
-Cuando             abrí la puerta todo el             solar estaba lleno de policías peritos y perros. Se llevaban             un             cuerpo tapado tinto en sangre. A los hermanos y a la madre             se los             llevaron esposados mientras los vecinos les gritaban:
-             ¡Violadores, asesinos!      
El             ruido se hizo sordo. Me             fallaron las piernas y la vista. Me pasaron por delante los             tres,             guiados por policías, mirándome con ironía. Fui lanzado por             un             impulso superior a golpearlos y cuando lo hice los policías             me             aguantaron. ¡Todo             paso así             capitán!
Danilo           Maldonado Machado              

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