Según          el fallo judicial de un juzgado norteamericano en su momento, el          Ulises, de          James Joyce, fue prohibido en la nación estadounidense por          considerarse una          obra de contenido pornográfico que dañaba la moral cívica. Uno          puede          preguntarse cómo se la pasaron durante los años que estuvo          vigente el fallo          judicial, ya no los simples lectores sino las academias y          facultades docentes          de perfil humanístico, al no disponer de uno de los más          importantes textos          literarios del siglo XX. 
Al          parecer, y esto no pasa de ser una opinión debido a que          desconozco tanto las          posibles leyes cubanas al respecto como el desenlace que tendrá          el evento que          me ocupa, en la sociedad cubana parece estarse dando un caso          similar. A Danilo          Maldonado (nombre de graffitero: El            Sexto) le han sido ocupadas por las autoridades policiales          según documento          oficial, un grupo de obras (tres óleos sobre lienzo), plantillas          para esténciles,          proyectos artísticos (dossier del proyecto “Salbutamol”),          curriculum vitae y          treinta y siete sprays de esmaltes. Estas obras y demás objetos          han sido          incautadas por las autoridades bajo el argumento de “estar          relacionado con un          hecho delictivo que se investiga”.
Yo          aplaudo eso, es en definitiva una práctica muy distinta a la de          quemar libros o          destruir cuadros de autores considerados “degenerados”. Dado el          grado de desarrollo          de mi conciencia, algo que puede cuestionarse, pienso que la          sociedad tiene el          derecho de debatir desde el consenso sobre cualquier tema, tiene          derecho a          reclamarle a cualquier individuo sobre sus responsabilidades          frente al contexto          y tiene el derecho de emplear los mecanismos establecidos para          ejecutar todo          eso.
Mas no          puede pasarse por alto un detalle,aquella          protección básica que el individuo necesita frente a los poderes          instituidos          que se inscriben como representativos de la voluntad social, esa          protección es          la transparencia en la ejecutoria. Y esta transparencia empieza          en la          adecuación inframilimétrica a los códigos instituidos a los que          debe referirse          la ejecutoria del poder.
Hoy          no puedo citar, dado que no es exactamente mi campo, referentes          en un pasado          inmediato de casos similares en nuestro contexto. De cierta          forma lamento eso          porque como artista empieza a preocuparme la posibilidad de que          alguna obra          mía, o toda ella en su conjunto, pueda llegar a ser          considerada socialmente lesiva y terminar tanto siendo vetada          como incautada          legítimamente por las instancias correspondientes. 
La          situación del Sexto,          o al menos alguno          de los aspectos de la misma, me hace reflexionar al respecto:          una obra de arte          puede llegar a poseer valor delictivo y ello se haya contemplado          en el código          penal de mi país. Desde hoy me gustaría poder determinar, tal          como puedo          determinar el valor delictivo de determinados actos, el valor          delictivo en el          que puede recaer una obra de arte.
Sin          embargo no estoy lo suficientemente enajenado. O habrá          adecuación al código          penal y el fallo se pronunciará desde un ejercicio de          transparencia, aclarando          para Danilo y para todos la razón del proceder de las          autoridades, o estaremos          peligrosamente cerca de una pira de libros ardientes, amén de          que nuestras          manos de artistas temblarán quizás un poquito más a partir de          entonces. 
Pienso          ahora gremialmente en los artistas (requiero que piensen en          elgrafffiti como          una de las escasísimas intervenciones que en nuestro contexto          disputan el          espacio público) ypienso también en un pequeño libro de André          Bretón publicado          en Cuba hace unos años: Najda.          Pienso          en qué magnífica condición surrealista cumple un arte delictivo          y pienso en las          líneas finales del texto: “La belleza será convulsiva o no          será”. Entonces me          digo que Bretón era un profeta pues al arte le temen, y es          natural amigos míos,          porque el arte tiene licencia para matar.
Otari Oliva Buadze
La Habana, mayo 2012.

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